Con la fe a cuestas

Una muerte sorprendió a miles de peregrinos que viajan año con año a Talpa de Allende con la finalidad de encontrar consuelo y salud, la persona fallecida, gravemente enferma y con llagas viajaba con dos familiares, caminó cientos de kilómetros para buscar alivio, el cual, finalmente halló al morir rezando frente al altar.

Con la fe a cuestas y el deseo ferviente de sanar, miles de peregrinos viajan a este municipio asentado en el flanco externo de los declives jaliscienses de la Sierra Madre Occidental al sudoeste del Estado de Jalisco. Talpa significa “sobre la tierra”, compuesta por “Tlalli= tierra” y “pan=encima o sobre”. Con una población aproximada de 14,954 habitantes, la religión predominante es la católica, su templo principal es la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, uno de los santuarios más visitados en todo el año.

Un acto de fe fue lo que realizo Tanilo “N” la persona fallecida. “Para eso quería ir a ver a la Virgen de Talpa; para que Ella con su mirada le curara sus llagas”, según relató su hermano, historia que como muchas esta rodeada de hazañas tras caminar desde su natal Zenzontla durante más de 40 días entre veredas y montañas, entre el sol, el frío y el polvo pegados a sus llagas, según relataron sus familiares que lo acompañaban y apoyaron durante su travesía.

Salieron a mediados de febrero y llegaron casi a finales de marzo, cuando la mayoría de los visitantes venia ya de regreso, pero ellos querían llegar primero hasta la Virgen, antes que se le acabaran los milagros, pero su trayecto o vía crucis no se los permitió, pues tenían que cargarlo, animarlo a seguir y detenerse descansar cuando las heridas sangraban o cuando sus fuerzas físicas menguaban pero su fe lo alentó a continuar avanzando.

El cuerpo de Tanilo al parecer fue enterrado en Talpa y no en su tierra, según información de algunos testigos que vieron a sus familiares enterrarlo en un surco profundo. Antes de morir, Tanilo hizo penitencias, su cuerpo llevaba pencas de nopal colgadas como escapulario, amarrados los pies uno con otro con las mangas de su camisa para que sus pasos se hicieran más desesperados, una corona de espinas y los ojos vendados, así murió mientras que afuera seguía el ruido de las danzas, los tambores, la chirimía y el repique de las campanas.